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Más personajes molestos que desearás no tener cerca en el cine

Lista de los seres odiosos que convierten las salas en un campo de batalla

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11/11/2014

Por Icíar Palacios

Ante el éxito de nuestra pequeña recopilación de “Esos odiosos compañeros de butaca”, y como nada nos hace más felices que daros lo que más queréis, vamos con la segunda entrega de esa tipología de compañeros de butaca que uno desearía no encontrarse jamás.

Por si no leísteis el anterior post, os anticipamos que lo que leeréis a continuación es un pequeño manual para evitar situaciones incómodas en las salas de cine. Y es que hay ocasiones en las que tener un mal compañero de butaca, como los que verás a continuación, puede arruinar uno de los mayores placeres del mundo.

Son poderosos. Y son legión. Así que no minusvalores su capacidad de destrucción y protégete de ellos. Conocerlos te ayudará a evitarlos. Así que lee y memoriza, amigo. Lee y memoriza.

1. El que va al cine… a comer

Hay gente que va al cine a hacer cualquier cosa menos ver la película o dejar que el resto de los que están en la sala lo hagan. Por un lado están esas parejas en sus primeras citas, con predilección con las últimas filas y los asientos ubicados más en los laterales. Ellos solo se besan (y en el mejor de los casos, para ellos, se rozarán un poco la piel); así que no nos meteremos, por el momento, con ellos. Pero… ¿qué pasa con esos que acuden a los cines a zampar como si lo fueran a prohibir?

Quizás sean una de las especies de molestapeliculeros más extendidas, y es que las máquinas de palomitas han hecho mucho daño… Aunque ojalá solo fuera eso. Bolsas que se abren y se cierran; bolsos en los que se rebuscan más gominolas que siempre tardan en aparecer; mandíbulas luchando contra maíces con sabor a barbacoa y pajitas que se resisten a subir el dichoso líquido hasta la boca de su dueño, con el consiguiente tronar de plástico y bebida.

La lista de fechorías que cometen este tipo de compañeros de fila es tan extensa como su número de adeptos. Ellos, y no la crisis, acabarán con el placer del cine. Tiempo al tiempo.

2. El que resopla porque no le gusta la película

Vale que pagar 7 euros y medio y no acertar con la cinta no es plato de buen gusto (ni para los de ahí arriba). Aceptamos también que hay largometrajes que son un auténtico tostón y que duran más de lo debido. Pero de ahí a que uno tenga derecho a pasarse todo el metraje quejándose en voz alta de “lo mala que es” la película en cuestión hay un trecho. Este tipo de personajes suele, además, hacer sus comentarios y resoples varios en voz alta, buscando quizás una mirada cómplice que reconforte su corazón partío.

En ocasiones, adquiere superpoderes de los sueltaespoilers y acompaña sus bufidos de pequeñas “pistas” de lo que sucederá a continuación, del tipo de “verás ahora… él la salva, se besan… ¿qué te juegas?” o “desde que ha empezado ya sabemos todos lo que va a pasar…”. Ojo con ellos. Puede que al principio no te molesten demasiado, pero según avancen los minutos comenzarás a sentir un ligero mosqueo que puede derivar en furia asesina. Así que si hay asientos vacíos, cámbiate de butaca en cuanto puedas. Da pereza pero, creénos, tu salud mental lo agradecerá.

3. ¿Pedante yo? ¿De qué?

Hay quien confunde la pedantería con la poesía o el conocimiento. Sea como fuere, una sala de cine no es el lugar para hacer gala de nada de esto… Aunque, desafortunadamente, no todos pensamos igual. Y es que nuestros cines están plagados de este tipo de personajes que a la mínima cámara lenta, desenfoque o diálogo medianamente profundo, sienten la imperiosa necesidad de manifestar su opinión al respecto. Hay directores de cine y películas que fomentan que la concentración de este tipo de personajes molestos suba como la espuma.

Terrence Malick, Haneke o Von Trier son sus musos; los que les dan más material para divagar sobre las secretas intenciones que se esconden tras la elección de ESE plano, esa cámara o el simbolismo del modo en que el protagonista sujeta la taza de té que se está tomando. Quizás te hayas sentado alguna vez junto a alguno, aunque puede que pasara desapercibido… Y es que, amigos, por suerte, adoran hablar en francés. C’est la vie!

4. El que se ríe a destiempo

En el cine, como en todo, siempre hubo clases. Y en lo que a capacidad de risa se refiere, hay dos tipos de personas en nuestros cines: los que se ríen cuando toca y los que no. Hablamos de esas personas que emiten ráfagas de carcajadas cuando el chiste ya pasó y no dejan oír el resto de la película a los demás. Aunque lo hemos pensado mucho, aún no sabemos en qué porcentaje este fenómeno es buscado y en cuál es algo involuntario; pero… lo mismo nos da. La cosa es que molesta, y depende del momento en que se dé esta “reververación humorística” no hace ninguna gracia.

5. El que llega tarde

En mi universidad cuando uno llegaba tarde a clase se quedaba fuera hasta el cambio de materia por respeto a los demás. Pero, por desgracia, esta normal no impuesta no funciona igual en los cines. Así, el hecho de haber comprado la entrada parece que a veces le imprime a uno de una capacidad para estar por encima del bien y del mal que ni los dioses griegos.

Ande yo caliente ríase la gente (¿Será por influencia de su compañero de fatigas “el que se ríe a destiempo”?) deben pensar, de modo que aunque la película haya comenzado hace ya unos minutos, no tienen reparo en abrir la puerta, llenar de luz la sala entera y, por si fuera poco, “ponerse a buscar” el mejor asiento disponible. Confiemos en que el karma se la devuelva con una mala película, aunque… ¿quizás sea peor el remedio que la enfermedad?

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